Los crímenes del Born by Manuel Escrib

Los crímenes del Born by Manuel Escrib

autor:Manuel Escrib [Escrib, Manuel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2022-07-11T00:00:00+00:00


48

Guifré suelta su espada afilada sobre la mesa dejando una marca en la madera. El golpe es rotundo e inesperado, lo que provoca un sobresalto en aquellos dos mentirosos. Gilda y su hijo Martí lo miran con genuino pánico en los ojos. Ella se abraza a sí misma, aterrada. Lo que le hizo Dalmau no es nada comparado con lo que se le está ocurriendo a Guifré. El muchacho, a su lado, parece que ni siquiera respire. No pierde de vista ninguno de sus movimientos.

—¡Han muerto tres niños pequeños por vuestra culpa!

La mujer menea la cabeza muy rápidamente para negarlo.

—Nosotros no tenemos nada que ver con eso, señor Guifré.

—Esta vez no me vais a engañar —Guifré dirige la punta de su espada al cuello de Martí. Este echa su cuerpo hacia atrás con los ojos fijos en el acero como si la hoja fuera una serpiente a punto de morderle.

—Por favor, señor Guifré —intercede Gilda—. No le hagáis daño. Es mi único hijo.

—Si me hubieras dicho que el hombre al que viste era Pau Riera, ahora esos niños estarían vivos. No me vas a decir que no lo conocías. En el Born todo el mundo conoce a Pau Riera.

Martí aparta los ojos de la espada y mira a Guifré directamente. Su vientre sube y baja agitado. Su corazón debe de estar golpeándole el pecho, clamando por salir.

—No era Pau Riera —contesta con voz ronca.

—¿Vas a seguir con la mentira, gusano?

—No es una mentira, señor Guifré. Conozco a Pau Riera. Si hubiera sido él, lo habría sabido. El hombre que iba con la mujer pelirroja no era Pau Riera.

Guifré se queda parado, con la espada en alto. Sería ridículo creerle de nuevo. El caso está demasiado claro. Pau Riera, tal vez con la complicidad de su hermana y de esa misteriosa mujer de cabellos rojos, mató a toda esa gente. Si a Bonifaci Lluch lo mató otro hombre, significa que hay varios asesinos. Y eso es tan improbable…

—Señor Guifré —dice Gilda poniendo su mano en el antebrazo de él—. Si Martí dice que no era él es que no era él. Conozco a mi hijo. Es posible que sea un golfo, hemos llevado una vida dura, pero no mentiría con una cosa así. ¿Qué ganaría con ello?

—Que no lo ensarte con mi espada. ¿Te parece poco?

—Si hubiera visto a Pau Riera, os lo habría dicho desde el principio. Al contrario que la mitad del barrio, nosotros no le debemos nada a los Riera. No tenemos por qué proteger a ese hombre.

Guifré observa la mano suplicante de la mujer aferrada a su brazo. Diría cualquier cosa por salvar a su hijo, pero su tono suplicante lo hace dudar. Y con las dudas es incapaz de seguir amenazándolos. Finalmente baja su arma y nota al instante que la tensión se reduce en el rostro de los dos.

Pero aún no ha terminado. Guifré agarra del cuello de la camisa a Martí y lo arrastra hasta fuera de la choza de madera en la que viven.



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